De inmediato
pedimos una habitación. No hay tiempo que perder porque nuestras vidas no lo
permiten.
Nos entregan las
llaves de la habitación 35 que se encuentra en el tercer piso.
—Escaleras o por el
elevador. –La pregunta es tonta porque sé cuál es la respuesta.
—Escaleras. Es
obvio. –Contesta Diana con una sonrisa llena de picardía.
Subimos por las
escaleras aprovechando cada oportunidad para besarnos y tocarnos.
Primer piso…
Segundo piso…
Y en el descanso de
las escaleras antes de llegar al tercer piso la tomo de la mano izquierda y la
llevo detrás de su espalda, la empujo contra la pared atrapándola con mi cuerpo
detrás del suyo.
No pone
resistencia.
Beso su nuca,
detrás de su oreja y deslizo mis labios a su cuello. Comienzo a besar su
espalda…
Le robo un suspiro.
Su cuerpo está caliente.
Con la mano que
tengo libre acaricio su cintura, su abdomen. Sus piernas. Y emprendo el viaje
hacia su entrepierna con mis dedos inquietos.
No hay resistencia
alguna. Incluso abre un poco las piernas para facilitar mi tarea.
Puedo escuchar un
ligero gemido de placer…
Sigo besando su
espalda y su cuello. El edificio parece estar desierto. Mis dedos no paran de
deslizarse sobre su sexo y la imagen de los que estamos haciendo me está
volviendo loco. Mi mente comienza a bloquearse al mundo…
Solo quiero estar
con ella…
No quiero nada más…
En este momento…
Ella es mía…
…
…
El mundo ha dejado
de existir…
Y su mano izquierda,
aprisionada, es dirigida hacia mi asta atrapada dentro de mi ropa. Solo la guío,
no hago más. Simplemente la puse sobre mi caliente órgano pero ella se encarga
de llegar a él. Desliza el cierre del pantalón hacia abajo y con mucha destreza
alcanza mi pene.
Sus manos son cálidas
y suaves.
Se siente
maravilloso. Un escalofrió recorre mi espina dorsal yendo de abajo hacia
arriba. Mis piernas se sienten desvanecer por un instante y Diana no se
detiene.
Moviendo su mano,
acariciando mi pene. Mis dedos jugando con su sexo húmedo… En un espacio
público… Ser atrapados en cualquier momento…
Es demasiado para mi
cerebro.
Nuestra respiración
entrecortada empieza a sincronizarse en un solo sonido y nuestros cuerpos piden
juntarse más y más. Mi corazón late rápidamente y ansió probar sus jugos…
Llevo mis manos al
frente de su cintura y desabrocho su pantalón.
Quiero quitárselo.
Arrancar sus bragas y perderme en ese exclusivo rincón de su cuerpo. Pero algo
pasa…
No sé qué sucede…
Su pantalón no
cede…
No cae…
Jalo hacia abajo
pero…
…
—Basta. Aquí no….
Sigo intentando…
—Aquí no…
Sus pantalones no
ceden…
— ¡POR FAVOR!…
Basta…
Intento de nuevo pero
ahora escucho un sonido distante o más bien algo que parece un susurro…
— ¡Alto! Por favor…
basta…
Una vez más…
Pero el susurro se
escucha más claro pero aun no puedo entenderlo.
—Bas…ta…por…favor…
De repente, un
dolor en mis genitales me hace pausar mi labor y el lejano susurro se escucha claro y puedo
comprender lo que dice:
—De…ten…te…
Por desgracia el
dolor me hace volver a la realidad y darme cuenta de lo que estoy haciendo; no es bueno. Diana pellizcó mis testiculos para
detenerme y aunque no se siente tan mal sigue doliendo y solo escucho sus
palabras.
—Basta… Aquí no…
Como pude hacer
esto. En qué momento me perdí. Mi trance me hizo olvidarme del escenario pero
aun quiero estar con ella.
—Subamos. –no puedo
decir más, es todo lo que se me ocurre.
Lo digo mientras la
volteo para mirarla a los ojos. Diana sencillamente asiente con la cabeza y subimos
un poco apenados pero con más ganas de amarnos.
Parte II
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